¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CAPOS?
¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CAPOS?
Ernesto Hernández
Norzagaray
Desde lo alto de las conferencias
mañaneras del presidente López Obrador pasando por la fiscalía General de la
Republica y la secretaria federal de Seguridad Pública, como también en sus pares
en los estados directamente involucrados (Sinaloa y Sonora) y los grandes,
medianos y pequeños medios de
comunicación, cómo también, la opinocracia y los especialistas en materia de
seguridad pública y narcotráfico, hay una constante después de la captura,
entrega o secuestro de Vicente El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán López, en aquella
figura legendaria del narcotráfico en México.
Todos ellos han construido una
imagen mediática que va del hombre sencillo, ermitaño, generoso, inalcanzable,
al todopoderoso jefe de jefes del Cártel de Sinaloa.
Hay, mucho de esto, basta ver la
imagen sencilla que rápidamente dio la vuelta al mundo y que contrasta con la de
Pablo Escobar o la de su compadre Joaquín El Chapo Guzmán, mostrando, que, en
el narcotráfico, como en toda actividad económica, hay niveles, en lo que se
refiere a la relación con el mundo exterior y sus tentaciones de vida que
llegan a convertirse en una suerte de filigrana que ha llevado a algunos de
ellos a perder la perspectiva y superar los límites no escritos que se
recuerdan para que no se olviden.
Y entonces, esto rebasa aquello
que hoy están en los medios de comunicación con la dialéctica infame de traiciones,
secuestros, entregas o pactos en una lógica que obedece más a las necesidades
de construir un relato cinematográfico que a las de un Estado de derecho que
busca hacer justicia para todos o, sea, no interesa la verdad sino sostener
esta conversación el mayor tiempo posible para evitar realmente los temas de
fondo de una sociedad tan compleja como la mexicana.
Bien se lo dijo Vicente El Mayo
Zambada al periodista Julio Scherer, en aquella entrevista de 2010 que
presumiblemente se celebró en algún caserío del Triángulo Dorado:
“Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi
caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la
euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió… El problema
del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos,
encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí”
Circunscrito al ámbito de la
leyenda de los “decididos” a tener años, meses o semanas de gloria, a una “vida
de perro”, está más próxima a la literatura que a la racionalidad económica.
Al otro lado de esa escenografía de
conjeturas que ha dado pie a múltiples artículos, libros, series o películas
está, el poderoso, mundo del dinero, que diariamente se lava en las diversas
actividades económicas sin necesidad de una balacera de las que ocurren en las
distintas regiones del país y, seguramente, lo llevan a cabo hombres y mujeres
de cuello blanco en una oficina con piso de granito y grandes ventanales.
Y esa apropiación de baja
intensidad en un país o una región son igualmente brutales, por lo que trae
consigo en la sensación de progreso, éxito, que envuelve el surgimiento de
grandes torres en los centros turísticos, desarrollos agrícolas de punta,
industria de productos manufacturados o un comercio poderoso que lo mismo vende
alfileres que aviones y es que, esas grandes inversiones trae frecuentemente
consigo inflación, deterioro y encarecimiento de los servicios públicos e
inseguridad creciente para propios y extraños.
Esa es la otra cara de la moneda de
esta actividad que se comporta como la más feroz manifestación del capitalismo
salvaje y es cuando se diluye la representación mediática de los “chapos”,
“chapitos”, “mayos” o, toda esa onomatopeya del mundo criminal, para darnos
cuenta de ese otro mundo del que poco se habla y menos capturas produce pero
que obtiene los mayores beneficios del lavado de dinero sucio.
Hoy se habla, cómo antes se habló
de la fortuna estratosférica de Joaquín El Chapo Guzmán o Genaro García Luna, que
la de Vicente El Mayo Zambada alcanza los 14 mil millones de dólares y
cualquiera podría preguntarse porque no 20 o 50 mil, total es un cálculo
producto de una necesidad mediática de poner un número a una fortuna de una
carrera criminal exitosa de 60 años con sus réditos activos y pasivos.
¿Acaso habrá quien piense que esa
fortuna se encuentra en un zulo o enterrado en una finca del Triángulo Dorado?
No, eso lo hizo Pablo Escobar,
que gustaba enterrar paquetes millonarios de dólares y muchos de ellos
terminaron destruidos por la humedad y las termitas, lo de hoy es distinto
sobre todo en un país que ha sido muy permisivo con el lavado de dinero porque
al final, los políticos de ayer y hoy, se han hecho de la vista gorda y hasta
lo justifican con el argumento que esas inversiones caen como agua fresca en una
economía pobre y su derrama permite
hablar de buenas políticas públicas en materia de promoción económica.
O sea, si existe esa u otra
fortuna multimillonaria, no está en un zulo sino a la vista de todos en los
centros turísticos y las grandes ciudades, sea en el país o en otras latitudes,
y que el marketing se encarga de dulcificar a través de bellos catálogos que
todos terminamos por normalizar como producto del progreso y los buenos
proyectos políticos.
Por eso, en estos días los medios
y comentaristas se sacuden la modorra de lo mismo, con una detención, traición,
secuestro, entrega pactada o lo que haya sucedido en Culiacán, como lo dijo
Pepe Cárdenas “hay tema” para rato y en eso están, y el presidente López
Obrador pidiendo al gobierno de Estados Unidos una información que, quizá,
nunca llegue, ni se quiera, y se quede, como parte de un relato interminable.
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