LOS TERRITORIOS DEL MIEDO
LOS TERRITORIOS DEL MIEDO
Ernesto Hernández
Norzagaray
Este 2 de junio ¿cómo votaran los
ciudadanos de Maravatío, Celaya, Salvatierra, Chilpancingo, Caborca, Fresnillo,
Reynosa …? y, localmente los de ¿El Fuerte, Sinaloa de Leyva, Jesús María, Tepuche,
Tacuichamona y muchas colonias vulnerables de la periferia de las ciudades
sinaloenses?
Las autoridades del Instituto
Nacional Electoral y el Instituto Electoral del estado de Sinaloa, ipso
facto, sin presentar un diagnóstico o el mapa de riesgo, nos dirán que toda
marcha viento en popa que no hay materia para alarmarse y que el asesinato del
dirigente panista en El Fuerte, aunque, lamentable, no es el preámbulo de nada
y que en el estado se celebrarán unas elecciones que serán ejemplo de civilidad
y compromiso democrático.
Sin embargo, en un escenario,
donde han estado al día las amenazas contra aspirantes a cargos de
representación política, renuncias a candidaturas, la afirmación de las
candidaturas “correctas” y operativos en ciernes para asegurar compromisos de
voto para el día de la jornada electoral, cuando no ocurren, asesinatos de
políticos, no parecería corresponder a unas elecciones en clave de normalidad
democrática.
Más bien, todo lo contrario, si
bien la fase de las precampañas y campañas constitucionales han dejado en el
camino cientos, quizá, miles, de auto marginaciones y renuncias, además, hasta
ahora, tres decenas de políticos asesinados en distintos estados de la
federación -uno de ellos, repito, en Sinaloa- demuestran que estas elecciones
concurrentes ya son la continuación de las ocurridas en 2021 cuando además de
las centenas de renuncias asesinaron alrededor de noventa políticos en activo.
México, el 2 de junio, no sólo
celebrara las llamadas “elecciones más grandes de su historia”, que deberían
ser no sólo eso, sino, las que las instituciones electorales den garantías para
que estas se lleven a cabo en libertad sin ningún tipo de coacción y amenaza.
Las autoridades no pudieron
garantizar seguridad porque el INE y los institutos electorales no tienen competencias
en la materia, pero si las fiscalías electorales que hoy son las grandes
ausentes ante la presencia del crimen organizado lo que se refleja en una
sociedad abandonada que se mueve entre la incertidumbre y la esperanza.
Por un lado, está el afán por
romper con la incertidumbre que generan las televisoras y redes que diariamente
la bombardean con malas noticias y la narrativa presidencial de que “hay menos violencia,
pero hay más homicidios”.
Un galimatías político digno de
la atención de un psiquiátrico y que, lamentablemente, por extensión lo siguen a
pie juntillas los obradoristas más ideologizados con tal de que su élite conserve
el poder y que todos estos dislates a vuelta de los meses se conviertan en anécdotas
trágicas.
Pero yendo a la pregunta inicial
¿cómo votaran los ciudadanos de aquellas ciudades o poblaciones que hoy viven o
se encuentran amenazadas por la violencia narcopolítica?
Esta el argumento fácil, el día
de campo que pregonan las autoridades electorales, pero también la de aquellos
que aseguran una combinación de abstencionismo y voto a favor de los candidatos
del dueño de la plaza.
Está, uno más complejo, que
corresponde a un electorado más consciente de la situación que priva en el país
y las regiones capturadas por el crimen organizado.
Y que no se abstendrá, aun con el
riesgo que supone -y, vale decirlo así, el riesgo de salir a votar o participar
como funcionario de casilla o representante de partido- y no, por el candidato
del dueño de la plaza, sino por el que le dicte su conciencia ante las opciones
que le ofrece la papeleta electoral.
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