MARAVATÍO, EL PRECIPICIO DEMOCRÁTICO
MARAVATÍO, EL PRECIPICIO DEMOCRÁTICO
Ernesto Hernández
Norzagaray
No son los primeros y,
probablemente no serán los últimos asesinatos, los de Miguel Ángel Zavala Reyes
de Morena y Armando Pérez Luna del PAN que aspiraban a gobernar la alcaldía de
Maravatío que de acuerdo con el idioma purépecha viene del vocablo Marhuáti y
asociado a Tsakápu se traduce como “piedra preciosa” o “lugar precioso” que es en
ese imaginario Maravatío.
Estremece saber que en estos
pueblos originarios michoacanos con nombres que remiten a imágenes bellas y a
gente buena, sean escenario de lo que podría ser en estas elecciones
concurrentes el precipicio democrático.
Si, porque los asesinatos de
Miguel Ángel y Armando, que militaban en bandos distintos fueron sacrificados a
decir por el diputado Rubén Moreira por “haber cometido la falta” de postularse
al cargo sin haber “pedido permiso” al dueño de la plaza. Algo, que, en Sinaloa,
lo hemos escuchado en sentido inverso, o sea, que van y piden permiso no a su partido
sino a la “persona correcta”.
¿Cuántos aspirantes de todos los
partidos estarán en este momento preguntándose si vale la pena arriesgar su
vida por un cargo de elección popular? o, peor, ¿cuántos aspirantes de
cualquier estado o municipio del país tocaron o están tocando las puertas del
dueño de la plaza para recibir su bendición en este proceso electoral? ¿Cuántos
de ellos son conminados por los propios grupos del crimen organizado para que
se postulen a cargos de elección popular? Vamos ¿Cuáles son los compromisos de
unos y otros, en el caso, casi seguro, de ganar porque el permiso viene
acompañado de logística, dinero e intimidación a los adversarios? ¿Cuántos más habrán
de morir?
Decenas, cientos, miles nunca lo
sabremos, cómo tampoco sabremos los compromisos de cada uno de ellos con su
promotor, aunque no sea difícil intuirlo o verlo, ya en el ejercicio de
gobierno entregando la jefatura de policía o la dirección compras a uno de los
recomendados por el padrino.
De ese tamaño, es la tragedia
democrática, que ya se ha vuelto rutinaria y la vemos en cada renovación de la
representación política. Bajo esa dialéctica perversa donde las instituciones
democráticas pierden terreno mientras el crimen organizado captura a la
población y la representación política.
Abriendo fisuras que
paulatinamente se van convirtiendo en huecos que nadie está investigando y los
ciudadanos, nos quedamos, asombrados al escuchar el relato de procesos
electorales impecables y “elecciones pacíficas”, como gustan declarar las
autoridades electorales, como si la democracia, fuera cuántas casillas se
instalaron en estados y municipios, cuantos ciudadanos salieron a votar o que
partidos o que candidatos ganaron o perdieron cada una de las posiciones en
disputa y no, lo que perdemos en cada elección, con la llegada al poder, de
personajes con anclajes oscuros.
Esta visión técnica que domina el
imaginario de los funcionarios electorales deja fuera lo sustantivo que tiene
que ver con la oferta de los partidos o coaliciones, el nivel de debate
público, la institucionalidad democrática, la profesionalización de la política
o hasta qué punto, esa institucionalidad, fue capaz de impedir que los actores
del crimen organizado influyeran en la selección de candidatos, en las campañas
electorales, en el financiamiento ilegal o en la representación política
directa o interpósita.
Ahí está Maravatío, pero antes de
ese municipio michoacano, están otros municipios de Morelos,
Chiapas, Colima, Ciudad de México, Estado de México, Veracruz y Jalisco, si nos
vamos al recuento y al origen de los políticos que han sido asesinados en los
albores de estas elecciones concurrentes.
Asombra
ver como la mancha se extiende por la geografía nacional, para no ir muy lejos,
está ahí lo sucedido esta semana en el municipio sinaloense de El Fuerte donde
fue asesinado el joven Román Quezada Anduaga, Romancito, presidente del Comité Directivo
municipal del PAN, que nos recuerda el asesinato en 2021 de los políticos
morenistas José Román
Rubio López y Esteban López Beltrán en la cabecera municipal de Sinaloa.
En definitiva, las democracias
frágiles, como la nuestra, tiene una corteza muy débil por lo porosa que son
las instituciones de prevención e impartición de justicia o el desgano para
aplicar la ley, lo que representa un incentivo, para que los personeros del
crimen organizado, sigan actuando impunemente, no es casual, que haya un alerta
de las iglesias y grupos de la sociedad organizada que no debe dejarse de
escuchar porque estamos en juego todos los que queremos un México en paz y bajo
el imperio de las leyes.
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