COLONIZADORES EN CAMPAÑA
COLONIZADORES EN CAMPAÑA
Ernesto Hernández Norzagaray
Hay una frontera casi invisible entre la verdad y la
interpretación de hechos delincuenciales que frecuentemente el analista
político llena con sus preferencias políticas o con ciertas dosis de ideología.
La filtración que la Administración de Control de Drogas
(DEA, por sus siglas en inglés) DEA habría
realizado sobre los ingresos en la campaña del hoy presidente López Obrador en
2006 ha provocado un debate en torno a los artículos de los periodistas
norteamericanos Tim Golden de ProPublica, Steven Dudley de InSight Crime y
Anabel Hernández, periodista de investigación mexicana que colabora con varios
medios van desde la descalificación ex ante hasta la exaltación de los
hallazgos.
La descalificación mayor ha venido desde el púlpito
presidencial donde López Obrador ha despotricado contra la DEA y ha exigido una
disculpa al presidente Biden que no ha tenido acuse de recibido más allá de lo
dicho por Alicia Bárcena, la secretaria de Relaciones Exteriores, cuando
afirmó: “Este es un tema que ocurrió en 2006, y todas las investigaciones que
hicieron en Estados Unidos fueron cerradas y no hubo ningún tipo de delito ni
consecuencia de ello”.
Por, lo tanto, se dirá, no había porque pedir disculpas, sin
embargo, está el hecho de la filtración y sus entrelíneas que dice mucho y que perfectamente
podría responder a una estrategia de presión sea en los asuntos de interés
bilateral como en los propiamente políticos que tienen que ver con la
continuación de las políticas de seguridad en la llamada Cuarta Transformación.
La filtración de marras
cayó fue un regalo a la oposición que de inmediato se dio a la tarea de
exaltarlo de manera que fuera un recurso que ayudara a su proyecto político y a
su candidata presidencial, sus exponentes en las redes sociales, los medios de
comunicación y partidos políticos y organizaciones afines estuvieron durante
varios días estableciendo puente con la violencia que se vive en varios estados
del país generando una mayor tensión política.
Xóchilt Gálvez en su viaje reciente a Estados Unidos le dio
vuelo al tema en los foros que fue recibida por académicos, empresarios y
políticos, de manera que este ya está sembrado o mejor se resembró porque
¿quién puede argumentar en contra de que la violencia no es producto de la
libertad con que se mueven los miembros del crimen organizado gracias a la
política de seguridad de “abrazos no balazos”?
Y eso, habrá de tener un rédito político, sobre todo en
segmentos de población que están hartos de la violencia o están sufriendo los
daños que ocasionan en sus familias y patrimonios.
Ahora bien, el gran defecto de esta singular polarización
radica en que unos y otros defienden tacita o explícitamente sus intereses,
entonces, no se trata de llegar a la verdad verdadera sino colonizar al lector
y que ese “neochairismo” se repita hasta el cansancio incumpliendo así, una
tarea tácita en el periodismo que es la pedagogía, la explicación puntual de
los hechos observados para que el lector llegado el momento tome sus mejores
decisiones políticas.
Y es que reducir los hechos a una trinchera política
necesariamente obnubila la comprensión de la realidad, al colonizador de
conciencias no le importa comprenderla sino aprehenderla para sus propios fines
y fijaciones ideológicas.
“Si la realidad no se ajusta a mis convicciones, peor para la
realidad”, pareciera ser el mensaje implícito en esta guerra de posiciones.
Afortunadamente, el mundo es mucho más que estás visiones
interesadas e incapaces de comprender la complejidad de la política que
evidentemente no se reduce a blanco o negro.
Cuando eso sucede la dimensión es otra y los recursos que
ofrece la ciencia política son muy generosos, simplemente, un ejercicio de
teoría de juegos permitiría comprender las estrategias que llevan a cabo los
actores políticos influyentes de manera de avanzar en sus propósitos y en eso,
cabe perfectamente, la filtración de la DEA.
Que no puede verse desde la moral como un “ejercicio maloso”
sino como jugada de la política estadounidense, igualmente, la teoría de la
elección racional nos permite procesar las reacciones de los ciudadanos frente
a estas estrategias que llevan irremediablemente a lo que se conoce como el
“dilema del prisionero”.
Es decir, en una atmosfera cargada de dinamita mediática los
ciudadanos se mueven en clave de incentivos de participación en este caso una
elección donde, como vemos, la gente se pregunta si vale la pena salir a votar
por tal o cual candidata; por tal o cual partido o coalición, sí el riesgo de
hacerlo es alto como lo advierten sorprendentemente las propias autoridades electorales.
Pero, para que, verlo así, dirán “los que saben”, los que
tienen información y colonizan lectores que se dejan.
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