LAS TLAYUDAS, CHINGAO
LAS TLAYUDAS, CHINGAO
Ernesto Hernández
Norzagaray
No cabe duda de que somos un país
al que fácilmente se le engancha mediáticamente con cualquier distractor para
no hablar de lo que realmente es lo de fondo.
¿Será que tenemos detrás la
cultura sentimental que nos dejó la virgen de Guadalupe o Pepe El Toro?
Ocurrió, la enésima vez, en la
inauguración del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles de la Ciudad de México donde
apareció una señora vendiendo sus tlayudas -aunque hay quienes dicen que son
doradas de Toluca- y esto lo registró la prensa como una anécdota que
rápidamente escaló y se volvió una suerte trading topic de manera que el
aeropuerto si bien no llegó a opacarse si compartió menciones en la TV, los
platós, redes sociales.
El presidente y otros salieron en
defensa de las tlayudas que las llevaron a un estatus hasta ahora desconocida
en la alta cocina mexicana y, otros, simplemente la utilizaron para exhibir las
prisas que llevaron a la inauguración fijada por el ejecutivo federal y
mostraron la falta de establecimientos de alimentos incluso de agua en los
baños.
Hay quienes incluso utilizaron el
tema para hacernos una verdadera disertación doctoral filosófica sobre
tlayudas, racismo y blanquitud, como sucedió con el colega Fabrizio Mejía en
las páginas digitales de Sinembargo.mx y provocó sofoco en más de alguno.
Quizá, cómo nunca, lo irrelevante
cobra sentido político y se vuelve una arena más de las batallas que sostienen
los obradoristas contra los no obradoristas cómo si en cada una de ellas se
jugara la defensa de la patria.
No vale aquello de que en
política hay que escoger las batallas -aun las mediáticas- no batirse en duelo
en infiernitos porque cuando eso sucede, pregunto, ¿que se deja para las buenas
batallas que si obligan a poner todas las neuronas en el asador de los
argumentos?
Que así suceda, se explica en
buena medida por el grado de crispación en el que nos encontramos, sea por el
que se atiza desde el púlpito presidencial, desde los grandes medios de comunicación
o los opinadores que estamos en los medios electrónicos o en los escritos.
Y cuando se llega a ese nivel de
discusión de lo público, estamos ciertos de que ganamos y perdemos batallas
personales, pero es escasa la contribución que hacemos a la vida pública.
La tarea del presidente, como
bien lo decía Alejandro Páez, en una de sus leídas columnas no es si Carmen
Aristegui o Loret de Mola son de derecha, si trabajan o no para quienes son
dueños de las empresas en que se desempeñan como periodistas, sino es ver y
actuar sobre la pobreza, el desempleo, la inseguridad, o sea, los grandes temas
nacionales.
Pero hoy el foco no está ahí, esta
en la atmosfera de las rencillas reales o ficticias, en los humores del día o
las noches de insomnio, que luego se reflejan en la jornada mañanera o en las
declaraciones banqueteras, y de ahí el hilo de los medios de comunicación y los
opinadores de uno y otro bando.
Por eso el tema de las tlayudas
produce algunas sonrisas socarronas, burlescas, por el pobre nivel de debate
público.
La manera en que nos acabamos en
infiernitos pensando, algunos, que han descubierto el agua tibia de nuestras
pulsaciones antropológicas, venales contra el otro y no se dan cuenta que es
simple y llana gasolina -con lo cara que está- que se desperdicia echándola al
fuego de lo público.
Y si hoy son las tlayudas
oaxaqueñas mañana podrían ser los tlacoyos tlaxcaltecas, las ricas tortas
capitalinas o los tacos de sesos o de ojo de Guadalajara, para reflexionarlos
desde Platón hasta Aristóteles o los nuevos filósofos franceses.
Habría que darle la vuelta a este
desvarío intelectual y no querer encontrarle las chichis a las culebras, los
temas de fondo son los que todos directa o indirectamente estamos sufriendo por
que la pobreza si bien golpea severamente al segmento mayoritario de la
población nos alcanza al resto a través de múltiples formas; igual, la
inseguridad no es de tal o cual sector social es todos los que vivimos en
cualquier lugar del país y así, podríamos, enumerar cada uno de los grandes
problemas nacionales.
Entonces, quizá cambiando de chip
y relato salgamos de las coordenadas de los ricos bocadillos mexicanos para
enfocarnos en lo sustantivo, aunque se enoje Platón y se molesten los nuevos
filósofos.
O mejor, los seguidores de la
santa virgen de Guadalupe y el buenazo de Pepe El Toro.
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