LA JUSTICIA SELECTIVA
LA JUSTICIA SELECTIVA
Al ver todo el esfuerzo que se
hace desde el poder por demostrar de que en el Conacyt hubo corrupción y, por
la evidencia, de que un desvío de recursos públicos a fines contrarios a lo
estipulado en un convenio, no puedo, como muchos, dejar de preguntarme por la razón
de peso que hay detrás de la solicitud de las ordenes de aprehensión contra los
31 exfuncionarios y científicos.
Como se sabe aquellos tuvieron
altas responsabilidades en la conducción del Foro Consultivo Científico y
Tecnológico, y presuntamente habría incurrido en actos de corrupción, como lo
ha afirmado Alfredo Higuera Bernal, titular de la Fiscalía Especializada en
Delincuencia Organizada, cuando podría haber, mayor evidencia, en algunas universidades
públicas, que el presidente López Obrador, siendo candidato, señaló como instituciones
que funcionaban patrimonialmente.
No quiero con esto defender a los
académicos, que podría haber cometido delitos, desvíos y omisiones, y tendrán
que rendir cuentas en el momento oportuno, si no salir de la narrativa oficialista
y contratar el caso con otros que ha exhibido el periodismo de investigación.
Salir, para tomar otro aire, del
relato de AMLO, de qué una parte del dinero que se entregaba al Foro para su operación
se destinaba a gasto corriente o peor, lo utilizaban para “viajes y comidas en
restaurantes de lujo”, cuando está archi demostrado lo que costaban los viajes de
Peña Nieto con toda la parentela y amigos, no hay parangón, y contra ese
despilfarro del erario, que se sepa, no hay ni siquiera una averiguación
previa.
Afirma, además, qué con esos recursos
públicos se compró una “casa de lujo”, otra vez la palabra lujo, que el
presidente remacha porque la compraron en el barrio de Coyoacán y no “en Iztapalapa”,
cuándo esta la llamada Casa Blanca que notoriamente es producto de tráfico de
influencias o la casa de Malinalco de Luis de Videgaray, el ex secretario de
Hacienda, qué igual se dijo podría tener el mismo origen y esos casos, han
desaparecido del relato justiciero del presidente. Y, dicho de paso, si aquella
compra fue indebida el gobierno puede recuperar el dinero con plusvalía y devolverlo
a las arcas de la hacienda pública.
Son 570 millones de pesos que, de
acuerdo con el relato presidencial, fue lo que Conacyt, asignó al Foro entre
2002 y 2018, es decir, en 16 años o sea 192 meses. Esa aportación que sin duda
es mucho dinero para cualquiera significa un promedio menor a los tres millones
de pesos anuales y esa cantidad, o más, puede estar gastando fácilmente cualquiera
de las facultades grandes de la Universidad Autónoma de Sinaloa en nómina y
gasto corriente y, sin embargo, en este caso, conocido por el presidente porque
él ha denunciado que ahí existe un cacicazgo que tiene nombre y apellido, no
está sujeto a investigación judicial pese a los más de 8 mil millones de pesos
anuales que recibe como presupuesto federal y así, hay otras universidades
públicas con “dueño”.
Y, me pregunto nuevamente, porque
ir tan clamorosamente contra los científicos y exfuncionarios del Conacyt cuando
hay otras rutas trazadas en las conferencias mañaneras.
Muchos esperamos conocer sus
argumentos de defensa ante la filtración que interesadamente desató la carga
mediática. ¿Porque ese relato jurídico impecable
de Higuera Bernal, para reiterar que no es contra la comunidad científica?,
pero, que no descansaran, hasta no tener a los culpables en una celda del penal
del Altiplano. Cuántos no quisiéramos escuchar la misma didáctica contra los
casos irresueltos de la “Estafa Maestra”, el affaire Odebrecht o la detención
de algunos miembros de la llamada “Mafia del Poder”.
Frente a esos personajes y casos,
¿que representan los 31 científicos y exfuncionarios de Conacyt en la
estrategia contra la corrupción?, ¿qué beneficios obtendrá el gobierno, si logra
la foto de ellos ingresando al penal del Altiplano?, ¿será un triunfo de la
justicia o del poder?, cuando directivos instituciones como la UNAM o el
Colegio de México, han salido en su defensa y han señalado que es una embestida
contra la comunidad científica y recomiendan detenerla por el bien del país.
Además, ningún colectivo o institución de la comunidad científica, se ha manifestado
a favor de la captura y encierro de los académicos a los que se les hace un
juicio sumario sin distingo de responsabilidades.
Acaso, ¿Higuera Bernal o Gertz
Manero, podrán salir luego a decir con orgullo que la detención es un triunfo
del Estado mexicano y este es equivalente a la captura de los líderes de los
cárteles de la droga? ¿podrán presumirla como una medalla de oro de la
aplicación de la ley? No lo creo, quizá por eso, el matiz del relato de Higuera
que expresa preocupación cuando afirma que con esto: “no se pretende
estigmatizar a la comunidad científica”. El problema es que ya se estigmatizó y,
ahí, esta la voz ubicua de las redes.
Y, nuevamente, me preguntó que es
lo que hay detrás de este propósito, desecho las explicaciones psicológicas que
buscan encontrar el quid de la cuestión en razones traumáticas, complejos y ánimo
de venganza del presidente y el fiscal y la sitúo en una lógica de
costo-beneficio.
Sospecho que lo que está detrás
de la presunta corrupción son dos propósitos. Uno, que, ante los escasos
resultados en las pesquisas emblemáticas de corrupción, necesitan un “caso” que
catapulte la percepción de que la lucha contra la corrupción sigue siendo la
columna vertebral de la 4T
Y dos, cómo efecto, quizá, más
silencioso, el temor capaz de inocular la idea de que en materia de corrupción
e impuestos todos somos alcanzables.
Higuera Bernal hizo la tarea en
una forma sencilla y dominio explicando los grandes trazos de la denuncia contra
los académicos. Faltaba ese relato sereno y convincente. Que dota de argumentos
jurídicos a la narrativa de la fiscalía y le quita problemas al fiscal general,
quien, en todo este tiempo, no ha dado la cara a los medios de comunicación.
Incluso, hay que reconocerle a
Bernal que igual dotó de elementos a los obradoristas de la red, cuando sus
entrevistas con Ciro Gómez Leyva y Joaquín López Dóriga, que la escucharon y circularon
tratando con ello negar cualquier argumento a favor de los académicos inculpados.
En fin, se ha cumplido con el
objetivo, que es dotar al escándalo de la “mafia científica” de una narrativa
consistente en términos jurídicos. Luego vendrá el tiempo de los jueces y los alegatos
de los presuntos culpables.
Sin embargo, al menos, me sigue
resultando una desproporción que se persiga a académicos cuando hay tantos personajes
y casos, de notoria corrupción, que están sin ser atendidos y que seguramente
tendrían un mayor impacto mediático, pero, atenúo mi visión, con el otro propósito,
el temor, que, es valioso en tiempo de pesca.
Y, ahí, seguiremos como el hombre
del traje gris de Sabina: “Al ladrón, al ladrón…”
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