ELECCIONES EN TIEMPOS DE GUERRA
ELECCIONES EN TIEMPOS DE
GUERRA
En 2010 me toco coordinar un
libro colectivo que llevaba por titulo el nombre de este artículo. Lo publicó
la Universidad Autónoma de Sinaloa y participaban de este esfuerzo intelectual,
académicos de ocho estados convulsionados por la violencia y fue presentado en la
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en el marco del congreso anual de la
Sociedad Mexicana de Estudios Electorales cuando yo fungía como presidente de
su Consejo Directivo.
En este medio de especialistas electorales
había una preocupación académica por la declaración de guerra del gobierno de
Felipe Calderón contra el crimen organizado y sus resultados trágicos que hoy sabemos,
por la detención en Estados Unidos de Genaro García Luna, fue parcial y sesgada
porque este gobierno buscaba beneficiar al Cártel de Sinaloa en perjuicio de las
otras organizaciones criminales y a cambio de mucho dinero.
De aquella época recuerdo el
cuestionamiento merecido que tuvo la estrategia calderonista por el PRD, donde todavía
militaba Andrés Manuel López Obrador, aunque paulatinamente se fue distanciado y
a finales de 2011, registraba como asociación civil, lo que sería el partido Movimiento
de Regeneración Nacional (MORENA).
En 2012 cuando Andrés Manuel fue nuevamente
candidato a la Presidencia de la República una de sus principales banderas electorales
estuvo destinada a cuestionar la estrategia de seguridad que había dejado más de
60 mil homicidios dolosos y de estos, hay que destacar, los ocurridos contra miembros
de la clase política.
Como olvidar los “accidentes” aéreos
de Juan Camilo Mouriño y de José Francisco Blake Mora, Secretarios de
Gobernación, o la muerte de un buen número de políticos en funciones y en
campañas electorales.
Ante aquella estrategia sangrienta
y fallida continuada por el gobierno de Enrique Peña Nieto que dejo otros 100
mil homicidios dolosos Andrés Manuel, señaló que de llegar a la Presidencia de la
República habría un cambio sustantivo en materia de seguridad y combate contra
el crimen organizado.
Andrés Manuel ya en Palacio
Nacional la novedad fue que había que atender las causas sociales que estaban
provocando los problemas de seguridad pública y, entonces, se hablo de “abrazos,
no balazos” lo que parecía una buena frase conciliatoria para empezar, sin embargo,
esta estrategia rápidamente mostró su debilidad pues siguieron acumulándose los
asesinatos y hoy a dos años y meses de la gestión obradorista, los números son
similares a los que entregó Felipe Calderón en seis años o sea de continuar
esta tendencia trágica tendríamos al final del sexenio una cifra cercana a los
200 mil homicidios dolosos más los miles de desaparecidos que es otra
estadística que se busca no ver bajo la máxima infame de “si no hay cuerpo, no
hay crimen”.
Y dentro de esta guerra de baja
intensidad, atenuada por una cierta percepción de normalización de la violencia
en la vida pública llama la atención el incremento de asesinatos en contra de candidatos
de partidos políticos y en los últimos días, en especial, los del partido
Movimiento Ciudadano.
En este año electoral se ha
manifestado una serie de asesinatos que ha registrado escrupulosamente la empresa
Etellekt, una “consultoría especializada en comunicación, análisis de riesgo y políticas
públicas”, y lo presenta en un informe a principios de mayo con información del
mes de abril.
Señala en una parte del informe
de marras: “El número de políticos y aspirantes asesinados es 29.5% superior a
las 61 víctimas mortales del ciclo electoral intermedio de 2015; mientras que
las agresiones globales (homicidios dolosos, amenazas, privaciones ilegales de
la libertad, robos, intimidaciones y otros delitos), registradas hasta el 30 de
abril de 2021, superan en 64% las cifras de violencia que se habían presentado
hasta el mismo corte del periodo electoral 2017-2018, el más violento de la
historia... Las agresiones en contra de políticos, aspirantes y candidatos en
el actual proceso abarco a 31 entidades y 321 municipios de la república (13%
del total de municipios)”.
En mayo esta tendencia trágica se
ha venido fortaleciendo pues no hay día que no nos enteremos de un nuevo ataque
a candidatos a cargos de elección popular. Al momento de escribir de este artículo
esta fresca la sangre de Alma Rosa Barragán Santiago, candidata del partido
Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Moroleón en el estado de Guanajuato, y todavía
está en la atmosfera el estruendo del ataque contra José Alberto Alonso Gutiérrez,
candidato del partido Fuerza por México a la alcaldía de Acapulco.
Y, cómo olvidar el asesinato del
abogado Abel Murrieta, candidato a la alcaldía de Cajeme también postulado por
MC.
Una cuestión es evidente y es que
estamos viviendo un aumento exponencial de los homicidios dolosos, y entre ellos,
los que están dirigidos a los miembros de la llamada clase política, lo cual
significa que la estrategia de seguridad obradorista no está obteniendo los
resultados esperados y los tres niveles de gobierno son incapaces de garantizar
la seguridad de los ciudadanos y estos son tiros de precisión contra nuestra débil
democracia.
El llamado “monopolio de la
violencia” sostenido por el sociólogo Max Weber, tiende a ser en México letra
muerta, por el fortalecimiento y el atrevimiento de los cárteles del crimen
organizado, que ensombrecen los intentos de otorgar más competencias al Ejército
y la Marina para tener un mayor control del país como, también, la
reestructuración del sistema policiaco con la creación de la Guardia Nacional.
Si bien tenemos los números de
los políticos asesinados todavía desconocemos el daño silencioso que estos
embates están provocando en el sistema democrático, en la representación política
sea por la intimidación, la exclusión y habilitación de candidatos, el lobby
narco político, los asesinatos y la narcopolitica.
Quienes hicimos aquel ejercicio
en 2010, vimos un problema socio político en proceso de expansión, pero nunca
imaginamos que alcanzaría los niveles que hoy estamos viendo y menos, cuándo
quien cuestionaba la estrategia de la guerra contra el narco alcanzaría la Presidencia
de la República y pondría en marcha una estrategia diferente y el resultado es peor
que el de los gobiernos cuestionados de Calderón y Peña.
Habrá explicaciones de distinto tipo y calibre y el reparto de culpas
que gusten, pero ahí, están los hechos que nublan la vida pública, al tiempo
que amenazan el futuro pues nos encaminamos a la consolidación de un Estado fallido
o, peor, a un narco Estado, y eso, es una pésima noticia para todos y representa
un desafío para la investigación y la reflexión profunda de los problemas
derivados de la seguridad pública a la cual muy pocos candidatos quieren ofrecer
diagnósticos y alternativas sustentables y quienes, lo intentan, como sucedió
con el sonorense Abel Murrieta son asesinados y reducidos a un asunto del fuero
local, como lo dijo el presidente López Obrador, lo que nos da una idea de la visión
que domina en Palacio Nacional.
Al tiempo.
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