¿SÓLO O ACOMPAÑADO?
¿Las cúpulas partidistas terminarán
imponiendo una gran coalición electoral de centroderecha para Sinaloa? o ¿el PRI,
el partido hegemónico, iría solo en la búsqueda de los votos?, son dos
preguntas que están en la atmósfera política del estado y, muy pronto, habrán
de dilucidarse para de esa forma definir prácticamente el escenario de las
próximas elecciones concurrentes.
A las cúpulas partidistas nacionales
las mueve construir una gran alianza no sólo para elevar las posibilidades de
triunfo sino también modificar la actual correlación de fuerzas pero, hay que
decirlo sin una alternativa programática que sea hoy creíble, y hay algo más, buscan
de fondo detener la embestida que representa para ellas los escándalos corruptos
de Odebrecht y la bien llamada, Estafa Maestra, qué esta semana dio un vuelco de
180 grados con las ordenes de aprehensión giradas en contra de Rosario Robles, quien
ante estos mandamientos judiciales renunció al silencio y habrá de declarar
ante la FGR bajo la figura de testigo colaborador.
Es decir, los dirigentes
nacionales buscan sacar del banquillo de los acusados el financiamiento ilegal,
que ha sido crónico y una práctica que se ha popularizado independientemente
del partido que este en el poder sea en la federación o en los estados.
Y en esos escándalos, cómo se
sabe están saltando nombres muy relevantes para esas elites y sus gobiernos. De
Felipe Calderón a Enrique Peña Nieto. Y por debajo de ellos Ricardo Anaya y José
Antonio Meade, sendos candidatos presidenciales en las elecciones generales de
2018, que han aparecido en las indagatorias de Odebrecht y la Estafa Maestra,
respectivamente.
Entonces, habría que preguntarse si
esas motivaciones políticas extrarradio embonan con los intereses que están en
juego en el PRI sinaloense. Mejor, todavía, si están en el ánimo de un
gobernador que ha sido crítico con la CONAGO y ha tomado distancia de la
alianza federalista. Vamos, que prefiere por ahora hacer política local antes
que nacional.
Evidentemente en la iniciativa de
las cúpulas metropolitanas hay sentido de cuerpo cómo una barrera de contención
al obradorismo. Pero, pregunto, ¿qué le representan al gobernador?, al primer
priista del estado, una alianza con un PAN y un PRD que en Sinaloa han venido
cayendo en las preferencias electorales incluso al punto que el PRD estuvo y
está en un alto riesgo de perder el registro local.
El PAS, si se agrega, podría aportar
algo a la coalición variopinta, y mejor a la candidatura común a gobernador o
gobernadora, pero de ahí en fuera, el resto probablemente no va a ir más allá
de lo obtenido en la última elección.
Claro, se dirá, que la suma de todos
hace la diferencia, y con creces cómo lo indicarían los porcentajes de votos de
la última elección local, de lo que trae Morena en intención de voto.
Quizá sí, quizá no, la política de
echar montón no siempre ha sido la más eficaz y menos cuándo la suma de siglas no
es alternativa a lo existente y peor, siendo percibido como putchismo por
los privilegios perdidos.
Qué es parte del drama de este
país, la falta de contrapesos reales a un proyecto de regeneración nacional que
marcha firme con todo y los defectos de un presidente que está decidido hacer
política desde la tribuna mañanera y todo el día, los siete días de la semana,
con todo y los yerros, que eso puede significar en un contexto pandémico y de
recursos escasos.
Entonces, el gobernador debería poner
en la balanza sobre que pesa más en el ánimo público, si la buena percepción del
desempeño que él tiene en franjas de ciudadanos o la sensación de que los tres
partidos nacionales se alían con el fin de obstaculizar la ruta trazada por la
4T o dicho de otra forma, qué necesidad hay de malgastar el capital político de
Quirino Ordaz en una alianza electoral tutti fruti donde domina el desprestigio
político y adolecen de credibilidad, cómo lo demuestran, las encuestas de
percepción e intención de voto.
En una relación costo beneficio optar
por la alianza difuminaría o, al menos reduciría la percepción, positiva de la
obra ¡Puro Sinaloa! en beneficio de una serie de marcas electorales que están
en franco deterioro por sus escándalos de corrupción.
Luego, entonces, aunque le den
mano al gobernador para elegir al “bueno”, o “buena”, ya Rosa Elena Millán y
otras han levantado la mano para ser tomadas en cuenta, las posibilidades no serían
directamente proporcionales a su imagen positiva sino lo que representan la
suma de partidos.
Hay una discusión nunca resuelta sobre
que es mejor para un gobernador que termina su mandato constitucional en
tiempos del obradorismo, jugarla en contra o con todos los matices que se
quiera a favor del presidente.
Están quienes afirman es mejor
ganar con base a los políticos que están en la cárcel o detenidos en una celda
de Estados Unidos. En esa lógica se encuentran presos por haber perdido las
elecciones mientras que aquellos que ganaron la elección manteniendo al PRI o el
PAN en el poder se le da un mejor trato cuándo se van -Basta ver el caso Malova
que ha soportado estoicamente su retiro de la política.
Y esa es la disyuntiva que habrá de
resolver o ya resolvió Quirino Ordaz. El quiere que el PRI gane la elección de
gobernador. Que quede en quien confiar para continuar su proyecto. Aunque a
estas alturas del partido las lealtades son circunstanciales. Recordemos tan
solo el divorcio suave de Jesús Aguilar Padilla con Juan Millán quien buscó
crear una suerte de Maximato en el estado (Santamaría, dixit).
El otro tema es el candidato que como lo he escrito
en otra colaboración el gobernador tiene que escoger entre los “químicamente puros”
del gabinete y los políticos de partido, y aquí hay una máxima que creo es de José
López Portillo, quien recomendaba que cuándo los problemas mayores son
económicos es recomendable impulsar como candidato a un buen político, mientras
cuando los problemas son políticos lo mejor es promover un buen candidato
técnico.
Ergo, Sinaloa tiene y tendrá un
escenario complicado en materia económica, y eso de acuerdo con la máxima obligaría
a postular un político con capacidades demostradas y no ignorante en materia
económica.
¡Al tiempo!
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