¡FACTURAS, FACTURAS, JOVEN!
La Plaza de Santo Domingo,
ubicada a unas cuantas cuadras de Palacio Nacional y del antiguo recinto
legislativo de San Lázaro, fue durante mucho tiempo una referencia para quienes
truqueaban con una factura fiscal, un título profesional, un acta de nacimiento,
un pasaporte o una cartilla del servicio militar.
No había documento oficial que no
se pudiera obtener en este lugar, sobre estas losas y el aroma desagradable del
aceite quemado de fritangas, que se vendían a grito abierto a los transeúntes y
a quienes consumían mientras esperaban el milagrito de ahorrarse dinero, tiempo
y esfuerzo.
Así, durante décadas salieron decenas
de miles, quizá millones de facturas apócrifas, que se convirtieron en el
vehículo más rápido para la evasión de impuestos incluso, no pocos, obtuvieron
grados académicos de licenciado, maestros o doctores falsos que luego hacían
valer en las nóminas de instituciones públicas y privadas.
Y lo sorprendente, es que esto que
era un fraude a todas luces, ocurría impunemente en el centro político, burocrático
y legislativo del país y a la luz del día, sin que hubiera poder humano, que le
pusiera freno a esta actividad ilícita.
Al no haber ese poder, estaba
claro la existencia de un sistema de complicidades, que iba desde los
administradores de esos pequeños locales ubicados en vecindades hasta los encargados
por ley de que ese tipo de actividades no ocurrieran. Y, entonces, esas
personas sin mayor rubor ofrecían sus servicios a quien estaba dispuesto a
pagarlo.
Supongo que esta práctica ya no
es una actividad tan ostentosamente grosera y ahora, pronto lo veremos, se
realiza en un medio más pulcro, más acorde con las actividades de los delincuentes
de cuello blanco incluso podría estar en alguna torre de la avenida Reforma.
Pero, sin duda ha crecido
exponencialmente, en el primer arqueo se habla entre 50 y 55 mil millones de
pesos, más o menos equivalente a la deuda fiscal de las 15 grandes empresas que
operan en México, y que la mayoría está pagando aun a regañadientes.
Es decir, la evasión era tolerada
y la practicaban pobres y ricos, quedando a la vista un hoyo inmenso en las
finanzas públicas porque simple y llanamente la mayor parte de ese dinero nunca
habría ingresado a las cuentas del gobierno. Y significaría menos inversión en educación,
empleo, infraestructuras, vivienda, salud y, claro, ese dinero hubiera quedado
en bolsillos privados sean los factureros, los evasores o los intermediarios
políticos.
Ese triángulo corrupto que ha quedado al
descubierto y está amenazado de muerte, lo inmediato es que se van a girar
ordenes de aprehensión contra las personas dueñas de las empresas factureras y se
llamará a cuentas a las instituciones, empresas y personas físicas que se
beneficiaban de este mecanismo evasor.
Y es que la revisión de las
fuentes de facturas falsas, indican que se encontraban negocios establecidos
capaces de producir miles de facturas diariamente y lo más sorprendente, o peor
lo más escandaloso, es que entre los clientes se encontraban la Cámara de
Diputados y la UNAM, y eso muestra el grado de degradación en que se había
incurrido en perjuicio de las finanzas de la hacienda pública.
Que la información pública de las
15 empresas con mayores deudas fiscales y ahora el affaire de las facturas
falsas, aparezca en medio de la crisis sanitaria, provoca enojo seguramente
hasta entre los críticos más severos de López Obrador y eso explica que muchos
de ellos prefieren volver la vista hacia otros temas más polémicos, más en
clave de distractores, para no tener que reconocer el valor de esta medida.
Sin embargo, en el imaginario de
la gente común hay un acto de justicia con este tipo de decisiones sin
precedente en la hacienda pública, le da un plus al gobierno, una bomba de
oxígeno, porque significa recaudación para las políticas públicas y los
proyectos de inversión que son altamente demandantes de empleos temporales.
Y es que cobra una honda
significación. Muchos críticos de López Obrador le apuestan a que la crisis
sanitaria que ha venido acompañado por un periodo recesivo que no sabemos hasta
donde llegará para que vuelva a la senda de crecimiento económico y, ante este horizonte
desolador, termine por desbarrancar el proyecto político de la 4T.
Esta semana, el FMI declaró que
según cálculos en este año habrá una caída de 10.5 puntos porcentuales del PIB,
lo que significa el peor pronóstico conocido hasta ahora por sus efectos en la
inversión y el empleo.
Sin embargo, con este tipo de
medidas contra la corrupción, y aun dentro de las dificultades, se ve a un
gobierno que no se ha paralizado y va adelante en la lucha contra la corrupción,
lo que valida los cálculos sobre el costo anual de la corrupción que el
presidente hizo en la campaña electoral por la presidencia.
Claro, están ahí, los señalamientos de
corrupción en el gobierno obradorista, el de los últimos días están dirigidos
contra Irma Eréndira Sandoval, la Secretaría de la Función Pública, y su marido
John Ackerman, por tener propiedades supuestamente por encima de sus ingresos
cómo académicos universitarios.
Yo sólo agregaría a lo que se ha
dicho que ellos no son cualquier profesor universitario se trata de la élite de
la UNAM que desde antes de estar en la administración pública federal perciben además
de su salario como profesores de tiempo completo perciben ingresos por ser miembros
del SNI-Conacyt, nivel 3 y, probablemente, lo correspondiente en el caso de
John por las colaboraciones en algunos de los más privilegiados diarios
estadounidenses.
Pero, aun si fuera cierto, no hay
manera de equiparar el monto de estos ingresos con el tema de las factureras,
infinitamente superior al costo de las propiedades de estos profesores.
Vamos, la batalla que estamos
viendo desde el inicio de esta administración no habrá de parar, sino aumentar
de la peor manera, es parte del ruido mediático, al que debemos acostumbrarnos,
es la dinámica del juego político, y está a la vista el horizonte de las fechas
electorales de los próximos cuatro años.
Al tiempo.
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