NO ES CUALQUIER ELECCIÓN UNIVERSITARIA
NO ES CUALQUIER ELECCIÓN UNIVERSITARIA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Siendo en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Hoy, hablar de Sinaloa,
inevitablemente lleva al ambiente de violencia que cotidianamente sacude a esta
entidad del noroeste del país y ver que su máxima casa de estudios, la Universidad
Autónoma de Sinaloa, celebrará elecciones para nombrar rector o rectora es una
buena noticia.
Buena noticia, porque, a primera
vista, queda atrás, el largo conflicto que sostuvieron el Gobierno del Estado y
las autoridades universitarias.
Recordemos que, en marzo de 2023,
el Congreso del Estado, intentó imponer una ley General de Educación del estado
que estaba por encima de la Constitucional y con ella, buscaba reformar, la ley
orgánica de la institución rosalina con cláusulas ostensiblemente
inconstitucionales.
Esto provocó una gran
movilización de los universitarios, pero, también, el Gobierno del Estado
endureció su postura a través de sus instituciones que fincaron acusaciones por
presunta corrupción del rector Jesús Madueña Molina y un grupo de funcionarios
de primer nivel.
Entre ellos estaba Héctor Melesio
Cuén Díaz, hijo de Héctor Melesio Cuén Ojeda, exrector y dirigente del Partido Sinaloense
(PAS), con quién Morena había hecho una alianza electoral en los comicios de
2021, con resultados muy favorables a la coalición Morena-PAS.
Sin embargo, una vez obtenido un triunfo
amplio, el gobernador del estado, Rubén Rocha Moya, rápidamente, entró en
conflicto con Cuén Ojeda por el control de la Autónoma de Sinaloa.
Y este conflicto, que, en otras
condiciones, sería uno más, de los que diariamente estallan en los estados de
la República se convirtió en un problema por el involucramiento de actores sociales
y políticos nacionales cuánto comprometía la autonomía universitaria.
Para algunos observadores la Autónoma
de Sinaloa era un laboratorio para democratizar, desterrar cacicazgos e imponer
la visión de Morena sobre las universidades públicas del país.
Esa visión, la había puesto en
marcha, Andrés Manuel López Obrador, desde la tribuna mañanera cuando señaló a
la UNAM como una institución que había perdido el rumbo humanista y convertido en
una institución neoliberal por lo que había que recuperarla para el pueblo de
México.
Aquella declaración de principio
fue aprovechada por Rubén Rocha Moya para un doble movimiento estratégico: Deshacerse
de su exaliado y paisano Cuén Ojeda e imponer la llamada “ley Rocha” que sería
derrotada en los tribunales constitucionales.
Y es que, la Universidad, no cejó
en su empeño de defender la autonomía de la institución por lo que se tejió
además de una defensa jurídica eficaz, alianzas interinstitucionales, en
materia educativa, como fue el caso de la ANUIES y con él entonces secretario de
Gobernación, Adán Augusto López Hernández quien intentó fallidamente conciliar
las posiciones en conflicto.
En ese esfuerzo y quizá, por el
alargamiento del conflicto, la desesperación o simplemente una trampa donde el
capo Joaquín López Beltrán por razones no del todo claras buscó la
intermediación del poder fáctico con los resultados conocidos
internacionalmente: Vicente “El Mayo” Zambada García fue secuestrado y llevado
a los Estados Unidos y Cuén Ojeda, fue asesinado en el lugar, donde supuestamente
se buscaría poner fin al conflicto.
Y desde aquel el 25 de Julio de
2024 la situación se salió de control porque las principales facciones del Cártel
de Sinaloa se confrontan con un saldo de más de 1000 personas asesinadas -entre
ellas, niñas y niños-, cientos de personas desaparecidas y daños económicos sin
precedente y no parece llegar a su fin, por el contrario, toma un nuevo aliento
con la subsecuente crisis de gobernabilidad.
Bajo estas circunstancias se construyó
un acuerdo político entre las partes en conflicto dónde el Gobierno del Estado,
reconsideraba en el clausulado más sensible de la Constitución y la ley
orgánica de la UAS a la vez que restituía en el cargo al rector Madueña Molina
y este, a cambio, aceptó la nueva ley orgánica incluso se comprometió a “democratizar”
la casa de estudios.
Cabe señalar que los ejes
principales de esta ley tienen que ver con la agenda del “progresismo político”
popularizado por los gobiernos de izquierda y que pone en el centro a los
estudiantes con la pimienta de igualitarismo, paritarismo, lenguaje de
inclusión y gratuidad de la educación.
Esta nueva orientación en lo
general tiene antecedentes en la historia de la UAS durante el periodo
1970-1990, cuando en ella, se puso en operación el proyecto partidista de la Universidad
Democrática, Crítica y Popular que impulsó el desaparecido PCM-PSUM-PMS en
Sinaloa, Puebla y Guerrero donde militantes de esa corriente y aliados llegaron
a ser rectores.
Y los resultados de esa
experiencia políticas fueron, al menos en Sinaloa, negativos por el control
político, la sobre ideologización y el constante activismo político que fueron
alejando a las instituciones de sus funciones sustantivas.
Justamente, el rectorado de Cuén Ojeda
(2004-2009), promovió una reforma a la ley orgánica que restablecía las
funciones sustantivas como eje motor a través de la docencia, la investigación
y la extensión universitaria, sin embargo, esto que agradecieron las llamadas fuerzas
vivas del estado y franjas importantes de universitarios, devino en 2012, en la
constitución del Partido Sinaloense. Y aunque con otras singularidades, se
repitió la historia de la influencia de un partido en la Universidad.
Y esto fue el argumento de sus
adversarios -entre ellos el gobernador Rocha Moya- abrió el espacio para una
agenda de cambios y basta leer los principales ejes de la nueva ley orgánica.
Esta ley, nuevamente llega desde
fuera y no como producto de un diagnóstico propio en el marco de la autonomía en
perspectiva a un mundo en constante transformación.
Finalmente, está puesto en marcha
el proceso electoral con una convocatoria que sorprendentemente establece que
sólo mujeres podrán postularse lo que habla claramente que el mérito académico
queda por debajo de una cuestión de género, sin embargo, en esta ocasión solo el
actual rector, podrá competir para reelegirse y todo indica que será reelecto,
lo que sería, una buena señal, para la gobernabilidad de la institución.
En definitiva, en medio de la
violencia que sacude el Estado, este tipo de ejercicios que debieran provocar
un balance de lo ocurrido desde el 25 de julio y desde ahí, hacer el
diagnóstico para convertir el drama en oportunidad para transformar realmente a
la Universidad sin agendas ideológicas y partidarias.
Eso no será y como una
premonición trágica, está semana, en Culiacán, estallaron las llamas en el
teatro universitario.
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