CARNAVAL EN VILO

 


CARNAVAL EN VILO

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

Los preparativos del Carnaval Internacional de Mazatlán siguen su curso: las campañas de las candidatas a reinas, reyes, princesas y reinitas hasta la celebración de la elección de cada uno de ellos se llevó a cabo sin tropiezos salvo los tradicionales pleitos de los padres que no aceptan el resultado pues, bien se dice en el puerto, que “Carnaval sin mitote, no es Carnaval”;  también, se confirmó la presencia de las voces españolas de Plácido Domingo y Alejandro Sanz, entre muchos otros, de la cartelera artística; se entregaron puntualmente los premios de poesía Clemencia Isaura a Armando Alanís y el Mazatlán de Literatura a Fabio Morábito.

Además, la imagen de la Plazuela Machado y el largo malecón se ve festiva con los once monigotes que son un homenaje a la “identidad y riqueza cultural” del puerto que le dan un toque visual distinguido y para, cuando aparezca publicado este texto, estarán en puerta la coronación de la reina del Carnaval y de los Juegos Florales, más la quema del mal humor y el combate naval en medio del estruendo de la tambora sinaloense.

Y en complemento, necesario pero triste, el mayor dispositivo de seguridad de la historia del puerto, solo, comparado, con el sitio constitucionalista que vivió el puerto entre noviembre de 1913 y agosto de 1914, en plena actividad revolucionaria, pues, en aquel momento se le vigilaba por cielo, mar y tierra.

Guardias, marinos, militares, policías estatales y municipales transitan en sus vehículos artillados o caminan armados a lo largo del malecón mandando el mensaje simbólico de que quien decida sumarse a la fiesta del 27 de febrero al 4 de marzo tendrá seguridad ante cualquier amenaza.

Y es que la guerra que sostienen desde hace siete meses las facciones del Cártel de Sinaloa sigue su curso con su estela de muertes y desaparecidos especialmente en Culiacán, pero, Mazatlán, lo secunda en términos absolutos.

No hay precedente del temor que se percibe y que viene acompañada con cierre de empresas, despidos de personal y la contracción de la demanda que se compensa medianamente con el turismo principalmente canadiense y estadounidense, pero, sobre todo, está el cambio de la vida cotidiana que complica la vida a la gente que diariamente sale a buscar el sustento para sus familias.

Los mazatlecos siempre festivos en esta ocasión se muestran en general expectantes, preocupados y distantes en contraste con las autoridades que buscan trasmitir la idea polémica del gobernador Rocha Moya de “los estadios y escuelas llenos”.

Eso ha provocado que en muchos hogares se planteen el dilema de asistir o no a los lugares previstos para las grandes concentraciones de su Carnaval sean en las plazas emblemáticas, el Paseo de Olas Altas, el Teatro Angela Peralta o el Estadio de beisbol.

La militarización del Carnaval parece haber abonado poco a la confianza pública. Y es que se ve al personal de seguridad en todos lados y se percibe que si están tan visibles se debe al peligro latente.

Y, es entonces cuando se preguntan los mazatlecos más escépticos, para qué arriesgar. Hay que verlo a través de la TV o las redes sociales, dirán desde su temor. Y es que a la par de esta percepción están los rumores que han circulado estos días que le agregan una dosis de incertidumbre al entorno y como muestra está la amenaza directa, extraña, desde Tijuana, contra los miembros de la agrupación musical Firme que es parte de la programación.

Sin embargo, anima el entusiasmo de los organizadores encabezados por Raúl Rico, el decano de los carnavales porteños que se esmera cuidando todos los detalles de esta fiesta que este año cumple 127 años y que lleva por nombre La Perla (del Pacífico) como le llamaban los mazatlecos de antaño.

Rico sabe que cada Carnaval es distinto. Que cada una de estas fiestas plantea desafíos de diferente tipo y calibre que al final llena la memoria y el anecdotario popular.

Y este año no es la excepción, lo distingue un programa de lujo, el componente criminal y la militarización del puerto contra la violencia de los últimos siete meses y sus consecuencias están visibles en la incertidumbre que circula en todas las esferas sociales.

Y es que hace algunos años, en los años de la llamada “guerra contra el narco”, el domingo de Carnaval, ocurrió, lo que afortunadamente, solo terminó en susto cuando entre la multitud se hicieron estallar cohetones que provocaron estampidas, histeria y miedo entre la multitud que abarrotaba la avenida del Mar.

Sin embargo, es la fiesta de los mazatlecos y está el gusanillo de la tentación, nadie se la quiere perder sobre todo los más jóvenes y eso hace previsible la asistencia masiva a los eventos lo que obligara a una mayor seguridad las 24 horas del día y si llegaran a ocurrir algo, están los protocolos a seguir en los distintos escenarios para el control de daños.

Un control complejo considerando que en los días de Carnaval las llegadas y salidas del puerto se multiplican exponencialmente y eso significa que al sistema de seguridad se le planteen mayores desafíos porque todos los ojos, desde hace algún tiempo, están puestos en los eventos masivos de cualquier lugar del país y con un balance positivo entre el recelo y el optimismo.

La tarde del sábado estando en el Paseo de Olas Altas me tocó ser testigo del tránsito de miembros de la Marina con sus armas al pecho y dos imágenes me quedaron tatuadas: Una en blanco y negro y la otra a todo color, la primera fueron las miradas de incomodidad de muchos transeúntes nacionales que sienten invadidos sus espacios de esparcimiento y la otra, fue la de unos canadienses que comían y bebían tragos en La Fonda de Chalio, quienes al ver pasar a su lado a estos militares inesperadamente les dijeron: ¡Gracias por cuidarnos!, un gesto que esos jóvenes camuflados de verde olivo agradecieron con una reverencia leve mientras continuaron su camino con el sentido del deber.

En definitiva, la parte alegre, festiva, identitaria de ese homenaje al puerto de mil batallas es la pieza emblema de la Banda MS y la danza de las bellas mujeres sinaloenses teniendo como fondo “el infinito amargo mar de Mazatlán” (Gilberto Owen).

 

Banda MS de Sergio Lizárraga & Carlos Osuna - Soy de Mazatlán (Video Oficial)




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