LAS MUERTES DE UN POLÍTICO SINALOENSE
LAS MUERTES DE UN POLÍTICO SINALOENSE
Ernesto Hernández
Norzagaray
Héctor Melesio Cuén Ojeda,
exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa y líder del Partido Sinaloense
(PAS), fue asesinado el pasado 25 de julio, en los Huertos del Pedregal de Culiacán
cuando él e Ismael El Mayo Zambada fueron citados para presuntamente reunirse
con el gobernador Rubén Rocha Moya y negociar una salida al problema que
existía entre el gobierno del estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Consumada la muerte física
vino la legal, que sucedió cuando la fiscalía estatal buscó relativizarla
presentándolo como un crimen más de los que ocurren diariamente en cualquier
momento y lugar del país.
Se montó un simulacro de asalto
en una gasolinera y cuando la FGR atrajo el caso evidenció la chapuza del
montaje y la inmediata eliminación del cuerpo la convirtió en un asunto de
Estado donde hasta ahora no hay culpables y menos encauzados penalmente por el fraude.
Y así, cómo sucede,
frecuentemente con algunos crímenes que tocan los linderos del poder político,
terminan frenándose o enrareciéndose. Y lo único que sobrevive, son las conjeturas
y especulaciones sobre el político fallecido con lo que se consuma la muerte
política de quien fuera el personaje opositor más relevante, y en su
momento, el aliado electoral más importante para que el gobernador Rocha llegara
a la titularidad del estado. Esto significó que el derecho a saber de los
ciudadanos sinaloenses no se ha cumplido por los intereses en juego y las
dinámicas sucias del ejercicio del poder.
La cuarta muerte fue la mediática después
de que Cuén Ojeda siendo una figura pública de primer orden en Sinaloa y punto
de referencia entre las elites políticas y medios de comunicación nacionales, vendría
no solo la paulatina desaparición de su nombre de la escena pública sino también
la exigencia del esclarecimiento del crimen para alcanzar a los autores
intelectuales y materiales.
Pasó, así, Cuén Ojeda, a ser
parte de la estadística de los crímenes contra políticos que documenta
puntualmente la organización académica “Votar entre balas” y sólo quedan los
homenajes y reconocimientos como el que le ofreció el pleno del Consejo
Universitario de la UAS, los altares del día de los muertos, los aplausos de
los miembros de su partido, un libro y hasta una película en ciernes sobre su
vida y obra como una defensa cultural ante la ignominia.
La quinta muerte fue la
simbólica que ocurrió cuando los políticos se sentaron para “hacer
política” y negociar la salida a la crisis en la relación entre el gobierno del
Estado y la Universidad Autónoma de Sinaloa y la voluntad de la presidenta
Claudia Sheinbaum para quitarle una tensión a una sociedad que vive los días
más amargos de su historia producto de una traición y una obsesión autocrática.
El gobernador Rocha Moya, antes,
a través de la fiscalía había tenido el gesto de permitir que el hijo de Cuén
Ojeda con una orden de aprehensión pudiera asistir al velorio y despedir a su
padre.
Incluso, aquel asiste a la ceremonia
del tercer informe de gobierno de Rocha Moya y desde la tribuna legislativa el
gobernador, al fin político, “agradeció” la presencia de los miembros de la
familia Cuén Díaz.
Esta rendición de cuentas sin
precedente se celebró teniendo como testigos de honor a las fuerzas vivas del
estado y del Poder legislativo federal, con la ausencia notoria del coordinador
de Morena en el Senado Adán Augusto López Hernández.
Recordemos que Cuén Ojeda sostuvo
una relación política estrecha con López Hernández, cuando siendo secretario de
Gobernación, aspiraba a ser candidato presidencial y lo apoyó decididamente bajo
el lema propagandista: “Que siga López, estamos a gusto”, lo que generó una
tensión con Rocha Moya que terminó cuando el dirigente del PAS fue relevado de
esa campaña interna por un diputado morenista local.
No estaría completo el cuadro si
no mencionáramos que el nuevo arreglo político sobre la UAS incluyó el regreso
del doctor Jesús Madueña Molina a la rectoría de la máxima casa de estudios de
los sinaloenses después de haber sido separado del cargo y se le hayan impuesto
medidas cautelares por diversas causas penales por no haberse sometido al
capricho autocrático con aquella expresión “no seré yo, quien entregue la
autonomía universitaria”.
Atrás quedaron las medidas
cautelares que se le habían impuesto en una acción concertada entre la fiscalía
estatal y un juez control por la supuesta obstrucción a una investigación de la
Auditoria Superior del Estado y presuntas compras irregulares que se habrían
hecho durante su gestión.
Madueña Molina, regresa a la
rectoría de la UAS, todavía con las demandas penales y el encargo político de
democratizar a la institución teniendo como sustento legal la reforma
constitucional y la ley orgánica de la Universidad.
Y es que, hasta el día de hoy,
los procesos de elección de Rector y directores de escuelas y facultades se
hacen a través de un mecanismo indirecto, imperfecto sí se quiere, privilegiando
formalmente las trayectorias académicas y administrativas que dejó atrás la
elección universal, secreta y directa utilizada en los tiempos de la llamada
“Universidad democrática, crítica y popular”, cuando la izquierda comunista,
tenía el control sobre la institución.
Es el mecanismo que probablemente
regresará a la Universidad en sintonía con la elección popular de jueces,
magistrados y ministros del morenismo y sus aliados políticos incondicionales,
lo que, para muchos universitarios, representará una regresión de cuarenta
años.
El miércoles pasado el Consejo
Universitario el rector Madueña recibió el apoyo para continuar con la
normalización de las relaciones con el gobierno del estado y si eso termina con
el mecanismo de elección sería la muerte institucional del proyecto
cuenista.
En definitiva, la desaparición física,
legal, política, mediática, simbólica e institucional de Héctor
Melesio Cuén Ojeda, quien durante dos décadas fue el factótum de la UAS, con lo
que se ganó la animadversión de unos, pero, también, el reconocimiento de otros,
porque ejerció el poder y permitió durante su gestión estabilidad y desarrollo
institucional.
Y cuando abandonó el cargo formó
el PAS y compitió con distintos partidos para alcanzar cargos de representación
política algunos exitosos, otros no, pero, siempre, buscando que la UAS tuviera
recursos económicos suficientes para cumplir con sus funciones y blindándola de
otros intereses políticos, que es hoy, la gran interrogante de una UAS, sin
Cuén.
Al tiempo.
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