PABLO GONZALEZ CASANOVA
PABLO GONZALEZ CASANOVA
Pablo González Casanova, cumplió este
viernes 100 años de productiva existencia, y la mayoría de ellos ha estado dedicada
a la promoción de las ciencias sociales sea como docente, investigador,
funcionario y creador incansable de instituciones académicas en México y América
latina, con una clara vocación, crítica y latinoamericanista. Actualmente sigue
activo como investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y
ha sido distinguido como profesor e investigador emérito.
Nació en Toluca el 11 de febrero
de 1922 y, a los 35 años, ya era el director de la entonces Escuela Nacional de
Ciencias Políticas hoy Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y,
a los 48, rector de esa misma casa de estudios, dónde había estudiado la
carrera en Derecho y luego la maestría en Historia en el Colegio de México,
finalmente, el doctorado en Sociología en la Sorbona de Paris donde concluye
sus estudios en 1950 para volver a México e incorporarse a su alma mater.
González Casanova es, quizá, uno de
los últimos miembros de una generación de científicos sociales que encontré
cuando en 1972 cruce por primera vez el umbral de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales para empezar mis estudios en Sociología, entre los que se
encontraban, Enrique González Pedrero, Judith Bokser, Víctor Flores Olea, Guillermina
Baena, Julio del Rio, Raúl Cardiel, Raúl Olmedo, Gabriel Careaga, Francisco
López Cámara, Antonio Delhumeau.
Ya no estaba dictando clases en
la facultad que él junto con otros académicos le habían dado un giro
profesional. La escuela desde su fundación en 1951 había tenido como directores
a los abogados: Ernesto Enríquez y Raúl Carrancá y, con el empoderamiento del
nuevo grupo, da paulatinamente su lugar a los estudios de Sociología, Ciencia
Política, Relaciones Internacionales y Ciencias de la Comunicación.
González Casanova asume la alta
responsabilidad de ser rector de nuestra máxima casa de estudios. No era un
momento rutinario, estaban frescos los acontecimientos trágicos del movimiento estudiantil
de 1968 y varios de sus profesores y estudiantes permanecían en la cárcel de
Lecumberri entre ellos recuerdo al ingeniero Heberto Castillo. Otros, habían
pasado a la clandestinidad o el exilio. Además, relevaba en el cargo a otro
grande, cómo fue Javier Barros Sierra, quien recordemos, acompañó los reclamos
estudiantiles y el cumplimiento de un pliego petitorio que ponían en el centro
la ampliación de las libertades sociales y políticas en nuestro país.
A González Casanova le toca el
fatídico 10 de junio de 1971 y se pronuncia en contra del ataque que sufrieron
los estudiantes que se manifestaron en el Casco de Santo Tomás y fueron reprimidos
violentamente por los paramilitares Halcones.
Y, a finales de julio de 1972, ocurrió
un suceso que estremeció la Universidad cuando dos facinerosos: Mario Falcón y
Miguel Castro Bustos, tomaron por asalto, la rectoría a lo largo de 60 días y
se atrincheraron armados con metralletas en mano exigiendo el ingreso directo de
los estudiantes normalistas que semiparalizó la institución que sospechosamente
fue tolerada por el gobierno de Luis Echeverría que, dicho de paso, la mañana del
14 de marzo de 1975 sale descalabrado de la Facultad de Medicina cuando buscaba
un “diálogo” con los estudiantes.
Recuerdo una noche cuando varios
estudiantes de la facultad encabezados por Rubén Venadero, adjunto de Víctor
Flores Olea y que luego sería diputado federal por el PT, presenciamos cómo
Eduardo Valle “El Búho” exigía a gritos a Mario Falcón que desalojara y se
fuera de ahí, para poder reanudar las actividades universitarias.
Aquel personaje enjuto salió armado
del edificio de rectoría con su séquito. Se hicieron de palabras y se creó una
atmosfera tensa. No pasó a mayores. Nos retiramos y ellos volvieron a subir al
edificio de la rectoría. Sin embargo, algo ocurrió, porque a los días
desalojaron y en ese desalojo algo tuvieron que ver el “Búho” Valle y el “Pino”
Martínez. Una madrugada fueron sacados en la cajuela de un coche y Mario Falcón
fue a parar a un departamento de sinaloenses en la avenida Nueva León en la colonia
Escandón donde esperó y recibió, el salvoconducto del gobierno de Perú,
mientras Castro Bustos fue detenido y encarcelado.
Pero, ahí no acabarían los
problemas de González Casanova, en 1972 los empleados y profesores se habían
organizado para formar el Sindicato de Trabajadores y Empleados de la UNAM
(STEUNAM) que el rector rechazó, dice Raúl Trejo Delarbre, por considerar que
corría el peligro de aplicarles la nefasta cláusula de exclusión que obligaba a
los trabajadores de pertenecer al sindicato oficialista bajo pena o sanción de
ser expulsado del mismo y al final, vamos, el riesgo que el charrismo sindical
se instalara en la Universidad y entonces diría: "la UNAM sería presa de los enemigos de la cultura y de
la inteligencia nacionales". Finalmente, se constituyó el
sindicato y este segmento de los trabajadores mexicanos, quedó en un estatus especial
del artículo 123 constitucional.
Ante la negativa de González
Casanova, los dirigentes del STEUNAM que eran Nicolás Olivos Cuellar y Evaristo
Pérez Arreola, miembros del PCM, se ampararon contra la negativa lo que llevó a
la huelga universitaria y el 16 de noviembre, aquel tuvo que entregar su
renuncia a la Junta de Gobierno que avalaría la creación del primer sindicato
universitario en el país y con ello se multiplicarían estas organizaciones
gremiales a lo largo y ancho del sistema universitario público y privado que no
fueron, ni son, lo que él temía, salvo excepciones a la regla bajo formas
neocharras.
González Casanova, entonces, empieza
una larga carrera en la investigación que había empezado con una obra que marcó
a toda una generación no sólo de politólogos y sociólogos, sino de políticos de
todos los signos, se trata del libro seminal: La Democracia en México,
publicado en 1965, bajo el sello editorial de Era y que rápidamente tuvo
reediciones.
En esta obra académica de gran
importancia para el entendimiento de nuestro singular sistema político el autor
hace un ejercicio inédito desde la izquierda cuando reflexiona desde un
marxismo crítico, creativo, sin caer en los dogmas ideológicos frecuentes de la
Guerra Fría. Así, en este ejercicio intelectual,
combina la teoría marxista con los estudios cuantitativos, documentando de esa
manera la realidad que muchos deseaban cambiar.
Y en ese sentido, fue un
adelanto, a las contribuciones institucionalistas, que vendrían con el tercer
ciclo de las democratizaciones en el mundo -que inicia con la Revolución de los
Claveles en Portugal en 1973- y, en especial, con los procesos de restablecimiento
de las democracias latinoamericanas después del ciclo de las dictaduras militares.
A González Casanova frecuentemente
se le critica su defensa de gobiernos autoritarios de izquierda -especialmente de
Cuba- y, en el ámbito nacional, su simpatía por los movimientos insurgentes
populares, cómo es el caso, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) donde tiene un gran reconocimiento que llevó a que en 2018 se le
entregara el grado de comandante Pablo Contreras del CCRI-Comandancia General,
incluso, en algún momento, se le manejo como posible candidato presidencial de
la izquierda que el rechazó de inmediato.
Finalmente,
cuando AMLO, cuestiona severamente el estatus quo de la UNAM rinde homenaje como
ejemplo imperecedero de los mejores tiempos de la máxima casa estudios, aunque él
no se haya distinguido por ser un buen estudiante en su paso por la Facultad.
Lamentablemente
no hay mucho donde el exrector de la UNAM se haya pronunciado sobre el gobierno
de la 4T y lo que más se acerca es esta reflexión puntual: “Tenemos que ser muy precisos para no
estar a favor o en contra en términos absolutos, sino reconocer que hay medidas
que incluso hacen muy difícil para una gran cantidad de gente el tomar
posiciones: amigos que eran muy amigos, toman de pronto una [posición] y yo
tomo otra, pero le dan la importancia de un credo y de un todo metafísico de
origen teológico”,
En definitiva, González Casanova, al llegar a los cien años, ha
cumplido sobradamente con la academia y deja una obra significativa para la
cultura mexicana, contra los dogmas del neoliberalismo, pero, también, de la
izquierda ortodoxa, que cultiva la fe, los mesianismos y el populismo. ¡Enhorabuena!
Larga vida.
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